El Sodalicio y un columnista del Grupo El Comercio: una historia jamás contada
“Diles que se retiren, que su libro va a ser pagado por el Sodalicio”.
— Samuel Alberca Reyes, testigo del reportaje The Sodalitium Scandal, pidiendo que experiodistas Miguel Ramírez Puelles y José Rosales Vargas se retiren de su domicilio. (Piura, 16 de febrero del 2022)
Hace unos días informé a través de mi cuenta de Twitter que el juez Arnaldo Sánchez Ayaucán, del Segundo Juzgado Penal Liquidador de Lima, había resuelto declarar la prescripción del juicio entablado en mi contra por “difamación”, por el contenido desplegado en el documental The Sodalitium Scandal, emitido por la cadena de televisión árabe Al Jazeera en diciembre del 2016. Quien me querella es uno de los personajes señalados en el documento audiovisual, Carlos Alberto Gómez de la Torre Pretell.
Informé, asimismo, que, junto con el equipo a cargo de mi defensa –el Estudio Arbizu & Gamarra– habíamos apelado, toda vez que consideramos que la sentencia vulnera mi pretensión y derecho a ser declarado inocente, pues, la investigación y el reportaje cumplieron ampliamente con estándares de calidad y diligencia periodística y, por lo tanto, no fue difamatorio ni presentó hechos falsos. Posición que también comparte el jurista Roberto Pereira, autor del Amicus Curiae presentado a favor de mi defensa.
Más bien, el reportaje presentó hechos graves ante los cuales los abogados del Sodalicio evitaron responder con claridad. Planteada la apelación, queda esperar la decisión de la instancia superior judicial.
Públicamente, el Sodalicio se ha mantenido cauto y silencioso frente a mi apelación. Pero no inactivo.
Sigilosamente estaría en marcha un plan para publicar un libro, en el que contarían su particular visión de los hechos y en el que intentarían desacreditar la investigación que realicé para Al Jazeera y para la productora nacional Pacha Films.
Si el abogado del Sodalicio, Percy García Cavero, publicó un libro en el que trata de desprestigiar al periodista Pedro Salinas, ahora buscarían hacer lo propio contra el reportaje The Sodalitium Scandal.
Desde hace dos años, dos experiodistas de El Comercio, Miguel Ramírez Puelles y José Emilio Rosales Vargas, han asumido un rol de 'auditores' de mi investigación, no han dicho contratados por quién.
Olvidando sus tiempos como jefe de la Unidad de Investigación de El Comercio, Ramírez –hoy, autor de la columna 'Historias nunca contadas', que se publica en el diario El Trome, del Grupo El Comercio– ha puesto su experiencia y su pluma al servicio de no nos ha dicho quién, pero cuyo objetivo no es revelar el drama de las víctimas del Sodalicio o conocer por qué ésta es denunciada por usurpaciones de tierras. No.
Dejando de lado el interés social del periodismo, Ramírez y su asistente Rosales se ponen en el mismo lado de los intereses del Sodalicio y busca el descrédito –no sabemos todavía por qué tipo de motivación– del documental que tanto le irrita a esa organización, The Sodalitium Scandal.
Su tarea empezó a inicios del 2020 y ha tenido etapas. La primera, de recojo de información y búsqueda de la vida de los testigos del documental que denunciaron al Sodalicio y a sus empresas; la segunda, de elaboración de su primer entregable, en diciembre del 2020, que los entusiastas círculos del Sodalicio bautizaron pomposamente como el 'Informe Ramírez', y ahora se encontrarían en la etapa final.
¿Por qué digo que desde hace por lo menos dos años? Señalo los hechos.
Febrero del 2020
El 25 de febrero del 2020, uno de los testigos del reportaje The Sodalitium Scandal, el suboficial retirado de la Policía, Pedro Zapata Monteza –cuyo hijo fue torturado y asesinado por sicarios de la organización criminal 'La Gran Cruz del Norte', mencionada en el documental–, me envió a mi whatsapp un video que acababa de grabar con su celular. “Conoces al amigo? Dice que se apellida Rosales”, me preguntó.
En el video se veía a una persona que le pedía, en la Plaza de Armas de Piura, una entrevista “por el caso del reportaje de Al Jazeera”. Con dificultad, lo reconocí. “Ahhh, es pata de un amigo mío”, le dije. “Sí dice, trabajo pa’l Comercio” (sic), añadió Zapata.
Era José Emilio Rosales Vargas, un excorresponsal de El Comercio a quien Ramírez presentaba tiempo atrás como un colega que enfrentaba un juicio laboral contra El Comercio. Entonces, le respondí a Zapata: “Es pata de un amigo mío”, refiriéndome a Miguel Ramírez.
Le sugerí que le preguntara cuál era su interés. “(Me dice que) un reportaje de mi caso y todo el tema de La Gran Cruz. De los Sodaliceos (sic)… Como que quería escribir un libro”, me explicó Zapata.
Sin imaginar algo malo de un tipo que había estado pidiendo ayuda mediática para su juicio laboral, le sugerí que lo atienda. Ignoraba yo que ambos, Ramírez y Rosales, ya habían emprendido un trabajo de largo aliento.
En ese momento, Ramírez y yo éramos amigos. A veces nos reuníamos en restaurantes y casas de amigos en común. Por sus particulares amistades, en ocasiones manejaba información. Por eso, cuando Zapata me contó de la visita de Rosales, no vi nada extraño en ello y me olvidé del tema.
Diez meses después, la primera semana de diciembre del 2020, una amiga me envió a mi whatsapp un archivo en PDF llamado 'Informe Ramírez'. Luego de decirme que estaba circulando desde temprano por las redes amigas del Sodalicio, me dijo: “oye, ¿y éste no era tu amigo?”.
Lo abrí y era una suerte de 'auditoría' al reportaje de Al Jazeera, firmado por Miguel Ramírez, que prácticamente concluía que yo era un difamador. Las redes del Sodalicio le daban un valor sacramental y hasta académico.
Hasta el día anterior a la circulación del 'Informe Ramírez', este personaje y yo habíamos seguido en comunicación amical. Así que mientras ojeaba sus páginas –de flojo y erróneo contenido– me preguntaba qué clase de individuo es capaz de simular una amistad mientras, en paralelo, urde cómo destruirme.
Pensé: ¿o no tuvo el valor de decirme lo que había aceptado hacer o, más bien, hizo el papel de 'topo'? ¿Contó acaso con algún apoyo de sus amigos de 'inteligencia'?
También pensé: ¿durante esos diez meses me grabó de manera encubierta? Él sabía perfectamente que yo estaba en juicio con el Sodalicio, algo que, además, era público. Él sabía lo que yo pienso de sus “grandes” abogados y de sus operadores. ¿Qué tipo de 'doble papel' ejerció en todo ese tiempo Ramírez?
Terminé de ojear el 'Informe Ramírez' y le escribí. Me dijo: “Danielito, luego hablamos, ahorita entro a una reunión”. Ante tal cinismo, volví a escribirle y le advertí que si aparecía un audio mío, completo, cortado o distorsionado, yo lo hacía responsable a él. Sólo atinó a responderme: “Ok”.
Desde entonces, parece vivir obsesionado con algunos de los reportajes que publico. Los revisa, les encuentra 'errores' y se los envía a sus contactos con críticas hacia mí.
La noche que se hizo público el llamado 'Informe Ramírez', o la siguiente, extasiados por el deber cumplido, Ramírez y Rosales celebraron a lo grande en un conocido bar de Miraflores. A quienes invitaron para sumárseles, les compartían su euforia con frases propias de una catadura moral acorde con el Sodalicio. Luego se fueron a vacacionar a una bonita playa del sólido norte del país.
Febrero del 2021
En febrero del 2021, más de 70 periodistas suscribimos un pronunciamiento en defensa de la libertad de prensa y contra los enemigos del periodismo de investigación. Lo encabezaba Edmundo Cruz y lo firmaban algunos excompañeros de Ramírez en la Unidad de Investigación de El Comercio que no estaban dispuestos a tolerar su nueva faceta.
Ramírez respondió el 2 de marzo en El Trome, con una columna titulada “El amiguismo en el periodismo”. Sin rubor alguno, defendió su 'Informe Ramírez' y no hizo el más mínimo disclaimer ni pie de página para informarle de manera transparente a sus lectores a quién estaba defendiendo y para quién había trabajado. Y eso, al director de El Trome, no le hizo el más mínimo ruido. Pasó como una columna más.
Unas semanas después, Pedro Salinas se preguntó en su columna en el diario La República: “¿le pagaron o no?”, a Ramírez: Y es que esa es la pregunta.
Veamos: viajes Lima-Piura-Lima; recorridos por la ciudad en búsqueda de personajes y testigos; archivos y documentos en comisarías, fiscalías, juzgados y viviendas; hospedajes y alimentación. Y eran dos, Ramírez y Rosales. ¿O tres? ¿También iba quien le brinda seguridad a Ramírez?
Un presupuesto importante, como verán.
¿Ramírez hizo todo eso ad honorem, cual paladín de la verdad y en nombre de la restitución de un honor 'mancillado'?
Ahora, la elaboración del 'Informe Ramírez', que le significó varios días ordenando papeles e ideas, y de redacción de varias páginas, ¿también fue ad honorem?
Porque, ¿a quién beneficia su trabajo? ¿A las víctimas? ¿A los denunciantes? ¿O al Sodalicio?
No es una pregunta tan difícil. Pero quien tiene que responderla es Ramírez, sobre todo, si pretende vender la idea de que lo suyo es 'periodismo de investigación'.
Se necesita de una billetera gruesa, sin duda, para sostener un trabajo de largo aliento que, además, no acabó en diciembre del 2020, con la entrega del 'Informe Ramírez.
No. Continuó.
Febrero del 2022
Veinticuatro meses después de aquella conversación en la Plaza de Armas de Piura entre José Rosales y el policía cuyo hijo fue asesinado por 'La Gran Cruz del Norte', el teléfono del suboficial en retiro volvió a sonar. Era Rosales nuevamente.
Le pedía, ahora sí, una entrevista para “cerrar un libro”, y se citaron para el día siguiente, miércoles 16 de febrero, en el mismo escenario, la Plaza de Armas de Piura.
Esta vez, Rosales llegó con su jefe de misión, Miguel Ramírez, y se acercaron al brigadier Zapata.
Solo que, esta vez, Zapata ya no iría desprevenido, como dos años atrás. “Esa vez (febrero del 2020) yo no sabía que Rosales me estaba grabando”, me dijo Zapata. De hecho, algunas de las cosas que supuestamente le dijo aparecieron luego consignadas, sin su conocimiento, en el 'Informe Ramírez'.
Zapata los llevó a una juguería del centro de la ciudad, sacó su celular y sorpresivamente empezó a grabarlos. Aquí un extracto de ese video, que Zapata nos ha entregado y autorizado a publicar.
Zapata encara a Ramírez y a Rosales por haber consignado falsedades en el 'Informe Ramírez'. Ramírez, notoriamente incómodo por la actitud del exsuboficial, le dice: “yo voy a hacer la entrevista, he venido para entrevistarlo”. Pero Zapata sigue preguntando. Y, en un momento, Ramírez intenta corregirlo: “(pero) hay un interrogatorio en el cual usted dice otra cosa, en la querella de Yovera”.
En el juicio en mi contra, Ramírez no es parte, menos testigo. ¿Cómo es que tiene en su poder los interrogatorios? Ni Ronald Gamarra, ni Julio Arbizu, ni Dante Morales, los abogados que me defienden, le darían una línea de los actuados. Ergo, presumimos de qué manos recibe las piezas procesales de mi juicio.
Tras terminar su entrevista con Zapata, ambos amigos se subieron a un auto negro Mitsubishi y se dirigieron al asentamiento humano Tacalá, en el distrito piurano de Castilla, para buscar al otro testigo del reportaje de Al Jazeera que es un 'dolor de cabeza' para el Sodalicio: Samuel Alberca Reyes.
Alberca fue uno de los testigos clave de la Fiscalía de Crimen Organizado que investigó el caso 'La Gran Cruz del Norte'. Su nombre es constantemente mencionado en la sentencia de la Sala Penal Nacional que condenó a esta organización, porque ayudó a descubrir sus actos delictivos.
En ese tiempo, mientras otros pagaban importantes sumas de dinero a los cabecillas de esa banda, Alberca –un expresidiario– cambió de bando y ayudó a la Policía a su desbaratamiento y captura. Por eso, un día le dispararon a matar, pero sobrevivió. Tiempo después hizo declaraciones para Al Jazeera contra el arzobispo de Piura y Tumbes, José Antonio Eguren, y el Sodalicio lo enjuició en Piura y en Lima. Ramírez y Rosales también arremetieron contra él en el 'Informe Ramírez'.
Alberca sabía que irían a buscarlo y los esperó. Pero cuando llegaron a su casa, no se encontraba. Su hijo mayor lo llamó por teléfono y le dijo que dos personas que decían ser periodistas preguntaban por él.
“Diles que se retiren, que su libro va a ser pagado por el Sodalicio”, le dijo Alberca a su hijo, y éste les trasladó el mensaje a los dos amigos y, de paso, los fotografió.
Ramírez y Rosales siguen en Piura, en lo que sería la última etapa de su misión. Deben estar buscando toda la información posible para buscar indisponer a los testigos del documental The Sodalitium Scandal y, de paso, a mí, que investigué esa historia.
El documental sí es un caso de interés público, como han sostenido los abogados penalistas Gamarra, Arbizu y Pereira, este último, autor del Amicus Curiae en mi defensa. La 'auditoría' de Ramírez no lo es.
¿Consignarán los dos amigos sus nombres como autores o 'investigadores' del posible libro? ¿O ya encontraron veterano periodista dispuesto a prestar su crédito? Por lo pronto, está claro quiénes son los responsables de procesar todo: dos personas premunidas de una ética que el Sodalicio sabe apreciar bien.
¿Qué pasó para que alguien que se presentaba como respetado amigo de periodistas de investigación, que se jactaba de invitarlos a almuerzos y cenas, sea visto hoy como una especie de 'topo' que no se digna a informar a quien llama 'amigo' que lo está investigando?
¿Qué ocurrió para que quien sufrió en carne propia el ataque de sicarios informativos por sus reportajes sobre Fernando Zevallos, ‘Lunarejo’, hace más de quince años, esté hoy en la otra orilla?
Un día, hablando de estos temas, Óscar Castilla, de Ojo Público, me dijo que uno podía entender el viraje al sector privado de algunos colegas por la crisis, pero lo que no se puede ni debe aceptar es que crucen la línea.
En lo que a mí respecta, esperaré tres cosas: 1) la decisión judicial que mencioné líneas arriba, 2) la publicación del gran libro y 3) que Ramírez nos diga en su columna de El Trome (ojalá esta vez el director del diario así se lo exija), o en otro espacio (algún pasquín amigo del Sodalicio) quién ha financiado su aventura 'investigativa' durante por lo menos 24 meses.
El juicio en mi contra puede continuar por un tiempo más, o puede llegar a su fin pronto. Pero el Sodalicio no va a descansar, pues, así es como procede esta organización. El dinero no es su problema.
Escrito por
Daniel Yovera / Periodista de Epicentro Tv.
Publicado en
Periodismo de investigación